sábado, 31 de diciembre de 2011

Los ecos de 2011.

Zona cero.
En Nueva Zelanda ya es 2012, y en más o menos un tercio del planeta ya han dicho adiós al año que se queda viejo. Aquí quedan ahora mismo 8 horas, 28 minutos y 11 segundos, estamos podría decirse que en la Suiza de los cambios de año. Ya que ahora mismo dos años diferentes están compartiendo mundo, no podemos hablar entonces de último día del año, sino de una especie de Zona cero a modo de salita de espera mientras muere 2011 en favor del nacimiento de un año nuevo, que además viene cargado de un día más, una página más de guión por escribir.

Qué gran casualidad que a las doce de la noche sean doce sonidos los que inauguren 2012, uno por mes. Y qué pena que en ese momento nada cambie, nuestro coche no se convierte en calabaza y nuestros vestidos siguen siendo iguales que minutos atrás. Ah, y mucho cariño y eufórica felicidad, pero de eso poco quedará una semana después.

Doce segundos pueden cambiarlo todo, pero no siempre es así. Al menos, no tiene porqué ser en fin de año.

Hoy todo el mundo hace pétits homenages... hoy todo el mundo se derrite un poco aunque no sepa decirlo. Y quizá sea este el año.

Quizá sea este el año que, más que ningún otro, se merezca un punto y aparte en la fragmentadísima autobiografía melodramática, esperpéntica e hiperbólica que algún día acabaran por componer todos estos flashbacks aparentemente desordenados.

Hoy más que nunca es día de flashbacks, de canciones, fotos y recuerdos en negativo.
Rebobinemos.



Acto uno. Comfortably numb.
Is there anybody out there? Con el riff incluido, y el eco, el cuarto oscuro y el ruido. Alcohol en vena y cuenta atrás hacia delante, es la ironía del tiempo y su burocracia el calendario. Caída libre sin arneses, a veces es peor intentar aferrarse a la vida cuando las cuerdas comienzan a quemarte las manos, las manos y por dentro. Luces de color, relámpagos y alcohol. Más ginebra, empezamos a explotar.

Luego a recoger mis pedacitos y marcharme a casa.



Acto dos. Show must go on, (ambas versiones).
¿Demasiados recuerdos en esa cajita de música? Quémalos y luego esparce sus cenizas en el mar para que se ahoguen. Pero el show debe continuar, show must go on, así que hazlo pronto y hazlo ya. Antes de que 1999 te arrastre consigo a camas de vacío en un bucle infinito de loving strangers viciado, en cuentos de noches reversibles a tientas, y eso que solo fueron dos. Mientras tanto, sigue habiendo razones para creer, y personas que se quedarían a tu lado hasta en un holocausto mientras te cantan al oído canciones pegadizas con voces de niños o te bailan como pájaros en rito de apareamiento.

Mon petit cabroin, empiezas a verte traslúcido. Se cierra el telón.



Acto tres. Noches reversibles, 1999.
Solía ser como esas aves migratorias que se difuminan en el horizonte, de esas que vuelan no solo con la mente y se funden en un contraluz dorado en los atardeceres otoñales.
Corría sin rumbo porque no tenía cadenas, no debía nada a nadie y nadie le debía nada a ella.  Y de repente se hace falso llamar a esto independencia, de repente se hace falso no necesitar a nadie. Se hace falso volar sin futuro, sin flashbacks y sin recuerdos.
Cuando me he dado cuenta de que estoy completamente sola.

El ave voló de su nido prematuramente, cuando pensó que sus débiles alas le permitirían volar. Los más hábiles paracaidistas no pudieron frenar su caída.
Nadie pudo salvarla, ella no se dejó salvar.



Acto cuatro.  Echoes (part 1).
By chance two separate glances meet. And I am you and what I see is me. 
Casualidad, a eso se reduce todo.
Cuando se me escapó el alma quien coño pensaría que iba a recuperarla, la busqué en los cuadros infinitos donde nada parece ser real. La busqué en las letras de canciones que no hablaban de ti. La busqué en los ríos, en las tormentas de verano, entre sábanas en ese loving strangers viciado que tanto rompió y repuso el bucle de catastrofismos. Otra vez. La busqué en miradas que no hablaban, en gestos mudos que callaban verdades y en frases inarticuladas que decían poco en muchas palabras. Quizá llegué a buscarla en el baño de aquel bar o en unos ojos verdes de un niño que creció demasiado deprisa y no aprendió a querer. O quizá le dio tanto miedo que simplemente tomó la salida fácil.

Después de eso solo recuerdo un pequeño flashback en un mundo de flashforwards, una mirada en la que nunca antes me había fijado...todo pasó muy rápido. Cuando me di cuenta estaba fuera.
Lejos de toda esa mierda.
Y me lancé a otro octopus's garden más limpio. Más fresco.
¡Corazón! ¡Disfruta más! Vive mejor.
La busqué todo lo lejos que pude, en las antípodas. Resultó que la tenía al lado, a la vuelta de la esquina, y me di cuenta a tiempo. Todas las ganas volvieron, todo el bucle infinito se esfumó. Gota a gota se hace el río. Y que todo, absolutamente todo, pasa.
Incluso tú.

Entre bambalinas, exactamente el 29 de Abril moría un importante Nowhere Man. Una de esas enfermedades que actúan de parásito vitalicio le daba término a su respiración en la noche más lluviosa del año,  Goodbye, cruel world is over, canciones que me llevaron de la mano al cementerio de vivos. Esa noche todos lloraban, el cielo lloraba, diciendote adiós con los ojos en el homenaje más sencillo y profundo que puede hacérsele a la vida de un hombre bueno. A la mañana siguiente te hundiste para no volver.



Acto cinco, Lo que te hace grande.
Que quiero arriesgarme a conocerte, ¿y si pudiese salir bien? Solo por probar. Solo por darle una vuelta de tuerca a las cosas. A veces hay que creer en la improvisación, el show necesita de cambios, de riesgo, de acción, sal ahí y cuentale todo lo que quieres contarle. Y salí.

Entonces nos cerraron la ciudad y en las calles se apagaron las últimas farolas. Y nos dieron las dos, y las tres, y las cuatro. Y las siete y las ocho. No hubo noche, y la mañana comenzó a las cuatro de la tarde.
Amaneceres gratis a contraluz, sin requerimientos y sin mentiras que deberían ser ciertas. Sin necesidad de pausarlos, el valor del momento está en que pasa, y trae muchos más. La sensación de aplastar el lado fresquito de la almohada con la cabeza y dormirte como un bebé ipso facto y durante horas, comerte la mañana y transformar las tardes en desayunos-meriendas, es señal de que it's getting better. Todo va bien.

Es original decir buenos días en lugar de adiós. Y verte dormido en mi hombro como si siempre te hubiese conocido. 
Vetusta Morla enamoró Sevilla y tú me enamoraste a mí. Eso es lo que te hace grande.
Me abrazaste tan fuerte que me devolviste mis ganas con intereses. Quien no se tira a la piscina es cierto que no se ahoga, pero tampoco aprenderá jamás a nadar. Y si ganas flotas, con suerte flotas más, y vuelas. 
Y cuando vuelas te haces grande.
Nos hicimos mayores, el 27 de Mayo School days were over. Nervios, risas, lágrimas incontenibles, y mucha cerveza que desentonaba al máximo con los elegantísimos trajes de todos, unos más guapos y otros inarreglables, todos estábamos ahí por lo mismo y todos nos hicimos mayores a la vez después de 12 años.


Acto sexto, Seven days in sunny June.
Quemamos los libros, adiós a las noches sin dormir rodeados de letras, papeles, filósofos, artistas, literatos y demás fauna. La libertad supo a gloria, y a gloria supieron también las vías de un tren llamado Aventura. Once días, cinco países y seis amigos. Con diecisiete años largos podía decir que había visitado por cuarta vez la ciudad del amor, había escuchado Wish you where here en la escalinata infinita del Sacre Coeur, espiamos prostíbulos desde la ventana de nuestra habitación en Frankfurt, comimos Bratwursts cocinadas por nosotros mismos y el yogur turco nos supo a ambrosía. Los comunistas checos huyeron de nosotros en Praga, el lomo y el ketchup visitaron Viena, perdiéndose con nosotros por la autopista en busca del hostal más escondido de toda Austria. Un tren de medianoche a Venecia nos regaló un amanecer inolvidable y los helados artesanos de Bérgamo aliviaron los cuarenta grados de la Bella Italia.
Volvimos a casa, un poco más viejos, un poco más sucios y un poco más delgados.

En un mes que se dice tan pronto como se pasa he visto las luces de color bailando sobre el Sena; he viajado de Mont Martre al Römer de Frankfurt en menos de veinticuatro horas, pasando por el Moulin Rouge y los rascacielos alemanes. Atardecí en la torre del reloj astronómico de Praga, escuchando el traqueteo de las marionetas que cambian la hora. Mientras se oscurecía el cielo sobre el puente de Saint Charles pasamos por la neutralidad suiza y pisamos la cuna de la música. Por las mismas baldosas que pisó Mozart paseando por la ciudad de Viena caminé durante horas, de San Carlo Borromeo a su reflejo en el estanque en forma de elipse que mezcla dos realidades tangibles en el espacio y en el tiempo, y te transporta al Schloss Schönbrunn mientras gira y gira la noria del Prater.
Cruzando la noche en un tren interminable hasta Venezia, la parte de Italia donde amanece a las 4 y media de la mañana y los turistas la cubren como hormigas en celo a partir de las siete y media. Tras esa marabunta se esconde una plaza de las más increíbles del mundo, siete góndolas y un entramado laberíntico de puentes y canales.
Y de San Marco y sus leones acabó el sueño en Bérgamo, la ciudad de los polos, césped, fuentes y helados. Vistas a los Alpes un último empujón al cansancio y vuelta a la rutina.

Se me congeló el tiempo en once días hasta que llegué de nuevo, y tú lo derretiste. Como si hubieses estado esperándolo, todo sigue tal y como estaba al marcharme. Incluso me atrevería a decir que estaba mejor.

Acto séptimo, Fix you.
Qué calor hace en Lisboa bajo el sol, y cómo hielan sus sombras. En una de las ciudades con más extremos térmicos de Portugal, Chris Martin nos robó el corazón a todos durante una hora y media larga. Canciones de antes y de ahora, llovieron Ms y Xs, fuegos artificiales...un sueño de una noche de verano.

Re-volvimos a casa. Y allí me di cuenta entre hipopótamos rosa, alcohol y batido de fresa, de que eras algo más. Y en el mismo momento que lo supe lo solté, entonces me cabreé conmigo misma por meter la pata. Pero entre constellations en mi jardín se fueron las dudas termiteras que comían tanto mi cabeza. La cosa se pone seria, pero qué me importa. Nos vamos a Jamiroquai.


Acto octavo, Love foolosophy.
Málaga por la noche pica, por los mosquitos, pero de día también, porque el calor es insoportable. Y Jay Kay conquistó la ciudad de Picasso. Fue curioso, que justo en el momento en el que parecía que podíamos llegar incluso a atravesarnos pasó por encima la estrella más fugaz de todas. Como uno de los relámpagos con complejo de fuegos artificiales que vemos las noches de tormenta en verano.
Y en menos de lo que duró su viaje tú estabas allí. Y yo aquí.

Después de uno de los amaneceres a contraluz más cortos de la historia.

Así que me largué a medias (te habías llevado la mitad de mí), a la capital inglesa y luego a la holandesa. Cuando me harté de ver guiris en su hábitat natural volvimos y caí en la cuenta de que el Verano comenzaba a hacerse viejo. Hola, Septiembre.


Acto noveno, The Dark Side of the Moon.
Quería escribir una tormenta, una de tantas, o una de las alegrías del incendio. La sensación de chutarte diez litros de heroína sin consumir droga alguna, solo por sentarse en un embarcadero a ver cómo flotan los reflejos en el río. Reflejos de las luces que nos guiarán a casa. Quería escribir lo que dije cuando le eché valentía y salí a buscarte esa mañana de Septiembre, consecuencia de la noche en la que había descubierto que no es lo mismo el deseo de acostarse con alguien que el de dormir con alguien, y que realmente el amor se manifestaba en este segundo. Respiré hondo y lo solté.
Nunca he adelgazando tantos kilos en tan poco tiempo.

Ahora sí que me hice mayor, tan mayor que conseguí un original del With the Beatles del '63, sí que me hice mayor, y sí que me hicieron grande entre todos, que son más grandes que yo, quien vestida de Batman y engañada por una foca del ártico recibí la fiesta sorpresa más sorpresa jamás recibida. Después todos nos convertimos en superhéroes y comimos tarta, aunque nadie lo recuerde.

Tan mayor me hice que llegó el gran día de cruzar las puertas de la Universidad. No fue para tanto, aunque entre esas paredes de Hogwarts yo pareciese un enano de Gringots. Una vez averiguas la frecuencia con la que las escaleras cambian de sitio, todo es pan comido.


Acto décimo, Cabaret.
Liza Mineli tenía toda la razón del mundo al cantar que la vida es un cabaret. El 8 de Octubre fabricamos una máquina del tiempo a base de luces de color, plumas, flecos, velas y la Tourné du Chat Noir. Nos convertimos en pobres pintores, bohemias parisinas, señoritas de cabaret, madames, monsieurs, mimos, escritores arruinados, bañistas peludos y hadas del absenta. Medianoche en mi jardín fue el escenario de una peli de Woody Allen y todos nos convertimos en actores. 
A la mañana siguiente, cuatrocientas gallinas habían sido desplumadas en el césped de mi dulce hogar. Pero bueno, el resto es historia y se puede buscar en Wikipedia.
Con las penas a un lado y de la mano del espíritu americano, Halloween fue una noche para recordar, además de un largo paseo en patines, tinte azul que dejaba huella y un bono inagotable de 10 cervezas por la inmejorable suma de 9 euros. Música más o menos buena, algún que otro incidente con el alcoholismo ajeno y a comprar el pan a las 10 de la mañana. Además, esta fue la noche en la que cierta persona perdió un pañuelo que cierta otra sigue buscando con todo el esmero de su antropólogo y precioso corazón.



Acto undécimo, November Rain.
Aquí es cuando una comienza a contar cuántas noches han pasado, cuantos Martes y cuantos Jueves de hormigueos en el estómago a la hora de Medieval. Y cuantas veces los repetiría sin que se pareciese ni de lejos a algo llamado rutina.
Esas nubes, esos charcos. Ha llovido. Ha llovido, y la lluvia se lo ha llevado. Amanece y desaparece. Y vuelve a parecer que esto es enorme, que soy un punto de luz fundida en medio de un universo infinito, replegado sobre otro que no lo es. Vuelve a sonar la misma canción y vuelvo a querer olvidarme de quien soy para recordar qué es lo que me ha llevado a esta parte del muro.

Entre tanto el señor Viejo relevó al señor Bean en la fiesta de la democracia que se celebra en este nuestro país cada cuatro teóricos años y que siempre acaba siendo la misma farsa caciquista y demagoga de siempre.  Por mucho movimiento de 15-M que hubiese, aún no hemos conseguido entender dónde se escondieron todos el 20 de Noviembre. 
En fin, todos sabemos que los principios no son el fuerte de los españoles.

(También comenzó la liga de rugby).


Acto duodécimo, Santa Claus is coming to town.
Christmas always comes, con Frank Sinatra y su Jingle Bells, con el Belén, el árbol y las cosas que no debes comer en exceso pero en realidad todos acabamos haciéndolo y diciendo "El lunes empiezo la dieta". En realidad, me da igual engordar, con una capa de 5 centímetros de grasa no nos haría falta comprar abrigo para este invierno, lo que pasa es que el ser humano últimamente es muy poco práctico y demasiado convencional.

El caso es que antes de que el espíritu navideño me impregnase por completo como cada año, viajamos en un fin de semana de relax a un lugar entre las montañas donde todo era genial, las estrellas se veían como millones de pequeños ojos que vigilaban las sesiones nocturnas de Dj Pedro, que ahora es trending topic en twitter. Y también nos fuimos de fiesta. Y también no-nos fuimos a Sierra Nevada.


Pero todo está bien, Navidad fue como siempre, Navidad. Y la Navidad siempre es buena, la Navidad siempre ayuda y la Navidad siempre une y alegra, y qué mejor colofón para este año 2011, el mejor hasta el momento, el prefacio de un nuevo supuesto año apocalíptico en el que los extraterrestres nos invadirán, el centro de la tierra explotará y todos moriremos según dijeron nuestros queridos amigos los Mayas. 
No tengo ni idea de si el mundo se acabará en 2012 o no, pero desde luego, si me esperan años mejores que este 2011, vendería mi alma al diablo por no perdérmelos.

Se cierra el telón. The end. 
(AND IN THE END, THE LOVE YOU TAKE IS EQUAL TO THE LOVE YOU MAKE).

Pues eso, que gracias.

Feliz 2012.

martes, 29 de noviembre de 2011

de háblame a daño cerebral en unos párrafos

Háblame.
Olvida el sol. Ven a ver luces. Astronautas en amarillo, rojo, azul y blanco. Hace menos de diez grados y aquí dentro no se nota. Inventa ciclos infinitos de auroras boreales que llenen de luz esta noche sin luna. Una luna de completo lado oculto, aún por eclipsar.

Tenía agujetas en el estómago de vomitar sentencias irónicas, acuciantes, los dedos quemados de apartar lágrimas y la vista cansada de mirar sin ver. Así que bajo cuatro mantas y con la mente en standby trataba de conciliar el sueño. El insomnio es la única enfermedad non nata de mi hipocondría, me recomendaron muchas nanas, pero las nanas son cerillas y el insomnio una manta densa de oscuridad en una carretera que nunca acaba. Dormiré cuando París se acabe. Y parís no se acaba nunca.

¿Quieres un mensaje apocalíptico? Si escribiese un libro, lo quemaría. Los bebés viejos mueren ahora diagnosticados. Me encuentro en una sala esterilizada y el Etna está en erupción. Hay vinilos en llamas, ¿esque nunca volveremos a escuchar ese final?. Sigue el camino de luces de farolas moribundas y explota a su paso, en el puente de ninguna parte, donde rompen las olas, se han colgado tus recuerdos. Nieva...¿y qué? A nadie le importa.

Es tiempo de relojes derretidos, Kronos está desquiciado. Pasa el tiempo, pero silencioso para que no le oigamos. Sucede que pasa, pero no ocurre. Ocurre más rápido que el tiempo, que estás, estoy, y estamos.
Y mi reloj está siempre parado.
Llegaré tarde otra vez.
Y es que fui yo quien fue a perder. Nadie me dijo cuando tenía que empezar a correr y perdí el pistoletazo de salida. Ahí...donde las pirámides de Egipto están atravesadas por un arcoiris que se descompone en líneas que bailan hacia la nada. Un tsunami me arrolla, en espiral.Y luego atardeceres.
Ocre y gris.
Aunque yo no sé de colores.
Me convierto en submarino, es entonces cuando me ahogo (18:31).


Llueven monedas y luego un caleidoscopio, ahora lo entiendo, será aquí donde vinieron a parar las líneas fugaces del arcoiris.
Esas nubes, esos charcos. Ha llovido.
Ha llovido, y la lluvia se lo ha llevado.
Amanece y desaparece. Y vuelve a parecer que esto es enorme, que soy un punto de luz fundida en medio de un universo infinito, replegado sobre otro que no lo es. Vuelve a sonar la misma canción y vuelvo a querer olvidarme de quien soy para recordar qué es lo que me ha llevado a esta parte del muro.

(33:02) Hasta donde quieras que acabe.
Lo cierto es que estas noches son las peores.

Sé que mi cerebro y yo nunca terminaremos de llevarnos bien.

miércoles, 12 de octubre de 2011

yo quería más luces, más sombras, más miedo.

Sé que aún me quedan muchas horas de estampidas en el estómago.
Como un tsunami. Agua salada en la cara.
Un volcán. Humo, fuego, ceniza. Como Pompeya.
Autodestructivo.
Pero fantástico.

Endorfina por los cuatro costados, cascadas hacia arriba, derrame sentimental. Me he vaciado más de cien veces para llenarme de ti.

No hay dolor, todavía, está escondido esperando para hacer su aparición estelar cuando menos se le espere. Es lo suyo, factor sorpresa. Bipolarismo invertido, un día sí, otro tampoco y quizás mañana sea el gran No rotundo o el sueño de una noche de verano. Que te esfumes. Porque eres un sueño, y los sueños, sueños son.
Amanece y desapareces.

Tengo tanto, tanto miedo.
Tengo noches en las que parece que mi cama es enorme y no encuentro dónde esconderme.
Tengo reflejos de ecos y canciones inacabadas.

Plumas de valiente y un cielo ocre y gris enorme para volar a contraluz, sin vértigo.

No entiendo como una misma persona puede provocar noches tan distintas.

Yo quería más luces, más sombras, más altura.
Más rápido, más alto, más lejos, más tiempo.
Quería que oliese a ti.

Y respirar tan fuerte que se rompa el aire. Aún a riesgo de ahogarme. Más dopamina.
Todo en diapositiva hight-speed delante de mí. Ocurre más rápido que la luz, ocurre que el tiempo no vuela, se teletransporta. Flashes, en negativo y positivo. Cuatro largometrajes y medio de flashbacks mal escritos y joder y aquí estamos.

Cuando digo reflejos, quiero decir que sé que si te miro me veo a mí.
Quiero decir, que te quiero, y te lo digo.
Escuchando una y otra vez el mismo final solo porque me lo recuerda.
¿Quieres que lo grite más fuerte?

viernes, 23 de septiembre de 2011

carta a todos mis silencios (o lo que escribí para ti pero nunca dejé que leyeras)

Hello, (I love you).

Aclaración: Esto es una carta, sí, una carta. Una carta de agradecimiento.
Sin pretender que suene remilgado, ñoño, sensiblero, cursi o pusilánime. Porque no es más que la verdad, sin adornos baratos, aliños rancios y ornamentos huecos.
Y es para ti, sí, para ti, aunque espero que nunca la leas.

Lo cierto es que no sé como empezar, porque no recuerdo cómo empezó.

Además, nunca he escrito algo para alguien en especial, con nombre y apellido. No sé dedicar, no sé regalar palabras; no sé como hacerlo porque no sabía siquiera cómo saludarte. La gente en estos casos estira al máximo la formalidad y deletrean algun gangoso "Querido tal" o "Estimado cual"...o un "Hola" más frío que iglús en primavera.

Pero así no me gusta. Lo normal no me gusta. Y menos para ti.
Así que he elegido un comienzo lo más acorde con lo que va a aparecer en las siguientes líneas, un saludo en sintonía con lo que lleva revolviéndose en mi cabeza, mi estómago y mi vida desde hace unos meses hasta aquí.
Hasta hoy.
I want to tell you, (I've always wanted to tell you).
Que cuando la casualidad me dió dos buenas patadas en el estómago para que abriese los ojos, estabas tú delante. Entonces lo supe. Mi BSO personal estaba en aleatorio pero sonó lo acertado "there's someone in my head but it's not me"... por primera vez desde que el sol se puso en un Noviembre lluvioso mi ego espachurrado y desconfiado dejó un hueco en mi cabeza para alguien más que yo, deshizo las mantas de mis pensamientos y se acurrucó junto al nuevo inquilino. El invierno artificial más largo de la historia duró medio año y aún tiritaba a diez grados cuando salí de mi letargo.

Que cuando el cielo escupió las nubes grises de Febrero y llegó un día más la normalidad a sentarse en la puerta de mi habitación, comenzó a llover.


El día más normal del mundo estuvimos en el sitio más normal del mundo, haciendo lo más normal del mundo. Y sin embargo una bandada de aves migratorias alzando el vuelo al unísono arrasó la pequeña isla desierta que con tanto recelo me había construido en mi mente, lo revolvió todo y lo cambió todo. Me entró arena en los ojos y al llorarla se derritió la venda invisible que los cegaba. En una décima de segundo Febrero pasó a Marzo, y yo pasé de página, capítulo, libro y saga.


Se acabó el invierno.


Y ahí estaba, plantada frente a un descomunal muro, sin nada más que ofrecerte que un saquito de vacío y mi enorme fosa común de sueños en negativo, flashbacks estropeados y mentiras que deberían ser ciertas. Todo junto formando el pack del desgraciado absoluto. Felicidades, ha ganado usted un pase al infierno.


No te importó, aun no lo entiendo, pero no te importó.


A pesar de todo eso, tú me arreglaste. Aceptaste el reto. Como el relojero suizo más versado cogiste el reloj oxidado y a destiempo, con cuidado, doble capa de noches reversibles, tormentas en verano e incendios de nieve, et voilá, adiós miedo, adiós vértigo.



¿Alguna vez has tenido la sensación de viajar en el cohete más veloz del universo? Yo sí.


Un viaje del que no recuerdas ni el momento exacto en el que empezó y que no tienes ni la más remota idea de hacia donde te lleva. Pero te da igual.
Porque en este rush de recuerdos sin principio ni final, en esta maldita carrera de fondo en la que no hay participantes pero sí ganadores, no existe otra cosa que no sea un segundo.

Este segundo.

Los mejores segundos, los que creas tú. Tú que me ayudas a transformarme en mí misma.

Que me has quitado el mal de altura. El mismo que ponía mi estómago del revés cada vez que miraba por encima de tu espalda y veía que el cielo empezaba a teñirse de naranja, ocre y gris, en uno de los amaneceres a contraluz más cortos de la historia.

Tú que has reconciliado a las expectativas con la realidad.

Quería escribir una tormenta, una de tantas, o una de las alegrías del incendio. La sensación de chutarte diez litros de heroína sin consumir droga alguna, solo por sentarse en un embarcadero a ver cómo flotan los reflejos en el río. Reflejos de las luces que nos guiarán a casa.

Te escribo todo esto porque es lo único que medio sé hacer. Es todo lo que nunca te dije, o quizá lo que escribí para ti pero nunca dejé que leyeras, una carta en homenaje a todos mis silencios, una frase por cada suspiro. Te presento al desfile de palabras enredadas en mi estómago, ordenadas en mi cerebro, y aplastadas en mi garganta que nunca se atrevió a bailar frente a ti.

Te escribo todo esto porque estaba harta de la literatura vacía, de las rutinarias vomitonas nocturnas de caracteres vacíos. Y porque me has hecho darme cuenta de que en el fondo, todos somos un poco love fools (incluída yo).

Aún no sé explicar toda la cadena de revoluciones que estás causando en los pequeños pueblos que viven en mi cabeza, pero intento intentarlo, y cuando sepa cómo hacerlo, te escribiré algo de verdad.

Algo que pueda leer alguien tan grande como tú.

domingo, 14 de agosto de 2011

cómo pasar de noches reversibles a echarnos de menos a más de mil millas en un amanecer y medio día.

Fue curioso, que justo en el momento en el que parecía que podíamos llegar incluso a atravesarnos pasó por encima la estrella más fugaz de todas. Como uno de los relámpagos con complejo de fuegos artificiales que vemos las noches de tormenta en verano.
Y en menos de lo que duró su viaje tú estabas allí. Y yo aquí. 
Después de uno de los amaneceres a contraluz más cortos de la historia.

sábado, 4 de junio de 2011

Reflejo. Luces. Altura. Sombras. Miedo.

Sin ninguna intención de escribir un melodrama con una pluma tintada de papel maché. Ni de encontrar lugares por la noche donde bailan reflejos de almas vacías en el agua del río.

-Me encanta, soy la tonta de los reflejos y las lucecitas.

Esta escalera tiene bloqueado el modo de descenso, aunque ya no quiera subir más es completamente inevitable hacerlo. A medida que asciendo peldaños sin querer desaparece el principio. Sin freno ninguno, cada día un piso más y tengo mal de altura. Es como un travelling algo veloz, es una enormidad y se me escapa. Te (me) escapas.

-¿...qué?

Joder, mierda. Calla. Estúpida. Borra ya esa sonrisa patética de tu cara.
Esto no entraba en mis planes. Hay riesgo de alarma anti-incendios de nieve. Y calor. Hace tanto calor...
O quizá soy yo, que me derrito.
¿Por los ojos?


Como un pato en excursión nocturna me he perdido a la orilla de un río que cuida la ciudad mientras duerme. En un fondo negro se advierten luces, de neón, de cruce, de fluorescentes, de color, de supernovas y de apagón. Y dejando las distracciones a un lado, vuelvo a observar esta enorme escalera, plantarle cara al siguiente escalón, respirar hondo y dar el paso, aunque sepa que no debo. Que no merece la pena llegar al siguiente piso (todo lo que sube tiene que bajar, y mis bajadas suelen ser por la salida de emergencias). Subir el siguiente peldaño que me lleva poco a poco una nueva y estrepitosísima caída libre con consecuencias desastrosas.

+...nada.

Aprendiendo, a pesar de todo, a no estropear historias con palabras vacías, cansinas. Una milésima de segundo en verso no es mejor trovadora que un gesto silencioso. Sin métrica ni retórica llegando al punto álgido de la sensación de tener más ganas de pasar horas haciendo nada.

Encontrando de sorpresa tormentas sin lluvia. En relámpagos de papparazzis y rayos sin truenos para respetar nuestro silencio. Justo en la mitad de ese relámpago llegó el mal de altura.

Vuelvo al piso actual de mi escalera y me asomo por el hueco del ascensor. En un embarcadero pequeño casi me podría haber escurrido al buscar mi reflejo en la oscura inmensidad del agua.
Me llamo.
Eco.

Mi reflejo. Enturbiado. Borroso.
Pero tú sigues ahí. Intacto, ¿dónde estoy yo?
Me perdí en mi universo (otra vez). Encontrar mi reflejo y preguntarme qué cojones estoy haciendo otra vez.

Ahora lo veo nítido, no es más que un simple espectro de los colores de la sombra de una actriz trapecista e intrépida que lee entre líneas su pretérito imperfecto en su presente efervescente. Una actriz que ha perdido su guión, se le traspapeló la tragicomedia en mitad del argumento y ahora no sabe cómo continuar.

Una trapecista con mal de altura que sabe lo que quiere, pero no si es ese el final que el público espera.

-¿Seguro?

Y no contesta. Se acerca, y hace que suba unos ciento ochenta y siete peldaños más.

Me encantaría saber cómo decirte todo el revuelo que estás causando dentro de la pequeña gran civilización que vive dentro de mi cabeza. Y, cuando supiese cómo, tener cojones para explicártelo.

lunes, 30 de mayo de 2011

Baile eterno de máscaras sin dueño.

Reconozco que a veces se me olvidó que sólo cumplía un papel secundario en aquella historia de actores anónimos que buscaban un papel principal en el complejo escenario de la existencia.

Que tras los decorados deambulaban como zombies sin sentimientos, escondidos bajo máscaras de sonrisas enlatadas, llantos profusos pintados en gouache y amor de papel maché.

Entrelazando abrazos en lazos de colores, deshilachados como la paja de un espantapájaros jubilado. Pintándose las verdades en blanco impoluto que al secarse se desgarra.

Pero hasta los mimos lloran su vacío y se pierden sus miradas en el infinito al cual saben que jamás llegarán a comprender.

Y entre camisetas de paso de cebras intercalan rayas de cocaína, para sumirse en un universo que, aun no siendo el suyo, se acerca un poco más a la realidad que necesitan.

Llegados a un punto extremo de agonía escapista desnudan su vacío y abren su alma al mundo, entonces se quitan las máscaras, y lloran.

domingo, 29 de mayo de 2011

Mi tienda de nostalgia.

Sous le ciel de Paris hay millones de pequeñas luces de color mecidas por una suave brisa de media noche. Sonando las campanas que anuncian las doce en punto, no muy lejos de Montmartre cruzando por el Boulevard de la Chapelle, alguien pasea por sus calles.

Los escaparates están completamente dormidos, París descansa. En el segundo preciso en el que un gato negro se sienta a los pies de la escalinata del Sacre Coeur se enciende la lucecita número millón y una. En color azul.


Y despierta un escaparate de una tienda de recuerdos, una tienda de nostalgia. En la que encuentras negación de todos los tipos posibles en tarritos que te esperan con tu nombre escrito. La negación al presente y el anhelo de transportarte a un pasado mejor.

La nostalgia no es otra cosa que una enfermedad generacional, para la cual no existe cura, ni antibiótico posible. Siempre existiremos algunos soñadores que pensamos que un tiempo pasado pudo ser mucho mejor.

Siempre existiremos los que echamos de menos lo que escondimos al fondo de nuestro tarrito de recuerdos a olvidar.

Que nos evadimos a ratos en el pretérito por muy imperfecto que sea, y desaprovechamos un presente que luego echaremos más de menos aún.

Paseando siempre por los mismos lugares, de noche y bajo la lluvia.
(Y cayendo en los mismos errores)

domingo, 22 de mayo de 2011

Spanish revolution: Epic fail.


Gracias a todos los hipócritas que han contribuido a la continuación del bipartidismo en este país de ignorantes.


Lo habéis hecho de puta madre, os aplaudo con las aletas de la nariz. Europa os lo agradecerá cuando nos peguen una patada en el culo y se libren del lastre español.

Manchando el nombre de muchos y escupiendo a las verdades tan enormes que se dijeron en la supuesta Spanish Revolution, que no ha sido más que otro conato esperanzador de concienciar a los borregos españoles de que ésta no es la democracia que se buscaba en los contenedores de basura cuando Franco ejercía su dictablanda.
La habéis cagado creyendo que hacíais lo mejor. Es lógico, en esta crisis ideológica, política y social enmascarada de crisis económica se enseña a pensar con dos variables. La palabra variedad fue desterrada del espectro político español cuando en 1982 Felipe González le mangó a Suárez el puesto y con sus tijeras del supuesto socialismo de mango rojo cortó las cintas de inaguruación del bipartidismo español.

Os felicito a vosotros y a vuestras tranquilas conciencias satisfechas de civismo y rebosantes de felicidad ciudadana. Enhorabuena.

Quizá algún día estén dispuestos a abrir los ojos ante los verdaderos problemas de España y quitarse la venda calada que cita frases anti-zapaterinas. Al menos, no ha salido el PSOE dirán muchos, y mejor que ellos...cualquier cosa.



Muy bien, muy bien, conformistas de pacotilla.

(Así nos va).

domingo, 8 de mayo de 2011

Dalí was a friend of mine.

Soy un bicho raro surrealista, casi tan idealista como materialista pero muy poco sentimentalista, escribo cosas que Dalí pintaría en sus cuadros, mis relojes son las letras y las hormigas son mis constantes vomitonas de párrafos que no van a ninguna parte sin contar mis innumerables fobias y complejo de nariz (más por liliputiense que por colosal).




Y sin querer resultar pedante ni altanera ruego disculpen mi atrevimiento al compararme con el genio catalán.

Soy la expresión perfecta del surrealismo con los pies en la tierra, de la manutención necesaria entre lo real y lo que se nos escapa. Pues entre ese contraste de rojos y azules nació mi pequeño y desastroso modo de explicar o liar más las cosas.

Porque al fin y al cabo, eso es lo que me gusta. Mantener al espectador clavadito en su asiento esperando la próxima explosión de paparruchas literarias que no valen más que un papel garabateado. Mantenerle esperando a la próxima exclusiva sobre el reflejo más falso que podría imaginar de mi laberíntica y sencilla mente de niña arrogante.

miércoles, 27 de abril de 2011

¡Hagan sus apuestas, señores!

Observen el espectáculo de la pequeña acróbata y trapecista vestida de color azul que sube peldaño a peldaño esa escalera helicoidal interminable.

Admiren como si de una columna colosal del templo de Salomón se tratase, esa inmensidad de peldaños en espiral que se pierde en el vacío, miren, ¡miren como la chica al llegar a la cúspide se lanzará al vacío!

¿Creen ustedes que alguien la recogerá en su caída? ¿O creen por el contrario que se estampará contra el suelo haciéndose papilla?

¡Hagan sus apuestas, damas y caballeros!

¡El show va a comenzar!